El diario como forma de vida
Los dos textos reunidos aquí no citan, quizás por demasiado obvia, pero amplifican con perspicacia teórica y pulso ensayístico una idea de Kafka, diarista consumado: «Uno encuentra en su diario pruebas de haber vivido, de haber mirado alrededor y de haber anotado observaciones incluso en circunstancias que hoy parecen insoportables». No tanto el devenir siempre acechante de lo trágico que sobrevuela la existencia sino ese resto a veces menor, lo que queda tras la imposición de un cambio de tema, la prueba de que algo de lo que ocurre en la vida podría establecer un canal de ida y vuelta sobre la escritura. Alberto Giordano se aferra a la línea borrosa que demarca esa frontera ambigua, en primer término y como una ética, asumiendo esa misma condición: el punto en el que la lectura, los efectos retóricos e incluso la teoría (literaria, psicoanalítica, filosófica) parecen insuficientes para dar cuenta del fenómeno autobiográfico que supone el diario como género inestable. Desde ahí, no le queda más vestirse con el riesgo de la especulación argumentativa y transitar un camino que, aun reconociendo la seducción que le produce (confesión que está en la base de todo afán crítico), es imposible no compartir.